El libreto de Clua está muy bien armado, con saltos en el tiempo que no entorpecen la comprensión, hábiles golpes de teatro (como retardar “la razón número 73” de la ruptura), cantables con ocurrencias felices, y, sobre todo, un giro argumental muy arriesgado, resuelto con verdad y valentía. Es, indudablemente, un musical de hoy, pero sentí en más de una ocasión (y no es un demérito) el perfume de ciertas comedias de los años setenta: Neil Simon y el primer Peter Nichols.