El día de mi fiesta de cumpleaños me besé con un chico en un bar. No era un bar gay, o especialmente gay-friendly, pero contaba con una clientela bastante joven, al tratarse de un local de un conocido Hostel de diseño de Barcelona, lo cual me relajó. No estaba en la cafetería de la sede de Nuevas Generaciones en Valladolid o en los pasillos de la Librería Europa, no, estaba en un sofá de un tranquilo chill-out con un chico guapísimo ante mi. Y lo más natural era besarle. Lo que ya no es tan natural es que al cabo de cinco minutos un chaval nos gritase “MARICONES” y saliese corriendo. Nosotros no le dimos la menor importancia y seguimos a lo nuestro. Incluso nos reímos y lo olvidamos en un santiamén. Pero hoy lo he recordado. Porque hoy es el Día del Orgullo Gay, un día que seguirá teniendo sentido mientras sigan ocurriendo cosas así.
Y eso que aquí tenemos suerte. ¡Somos el país con mayor aceptación de las relaciones homosexuales del mundo! En muy pocos años España ha logrado avances inéditos en los derechos LGBT hasta el punto que, el día de mi fiesta, quien huyó de allí tras proferir su insulto fue el homófobo y no nosotros. Pero no podemos bajar la guardia. La intolerancia está removiéndose en su estiércol y de vez en cuando intenta levantarse de nuevo. Lo mío no es más que una anécdota sin importancia que palidece ante las manifestaciones y agresiones en Francia, la ley mordaza de Rusia que prohíbe “la propaganda homosexual” en los medios de comunicación o los 54 países que condenan los actos “anti-natura” en sus legislaciones, que contemplan cadenas perpetuas e incluso penas de muerte. Resumiendo, que a mi sólo me gritaron, pero en otras partes del mundo te matan por hacer lo mismo que hice yo: tener un chico guapo delante y no poder, no querer, evitar besar sus labios.
Por eso el Orgullo tiene sentido para mi. Seguramente no me veréis subido a una carroza del desfile ni dándolo todo mañana en Saturgays, pero defenderé este día hasta mi último aliento, con sus plumas, con su griterío y con su desfachatez, porque nos hace visibles, quizás demasiado, dicen algunos, sí, pero es que hay que ser visible para existir, pero hay que deslumbrar para ser recordado.
Por eso también no tengo reparo alguno en haber sido incluido en la lista de los 50 Gays (supuestamente) más influyentes de España que publica cada año El Mundo por estas fechas. Más allá de la arbitrariedad y la cuestionable seriedad de esa lista (y de todos los ránkings, de hecho), sobre las cuales Paco Tomás (influyente número 33) reflexionó mucho mejor que yo aquí, la lista es otra importante muestra de visibilidad. Es una carroza virtual, hecha de papel de periódico, a la que nos han subido, y desde la que bailamos y decimos “we’re here, we’re queer”; o en castellano más castizo: “estamos aquí y somos maricones”. Y si esto molesta a alguien, que nos insulte, si quiere, pero luego será él quien tendrá que huir corriendo. No nosotros.
Feliz Orgullo a todos.