La Sala Documenta Escénicas de Córdoba (Argentina) acogerá el 8 de noviembre el estreno de La piel en llamas, que llega por primera vez a los escenarios del país latinoamericano. Dirigida por Vladimir Vera, venezolano residente en Santiago de Chile, la obra cuenta con los intérpretes Diego Balaguer, Mariana Bonadero, Francisco Bruzzone y Natalia Sara. La escenografía y vestuario están a cargo de Rafael Reyeros y Cristina Morini.
Escrita en el año 2003 tras la invasión de Irak por parte de la coalición internacional, La piel en llamas es una trágica reflexión sobre la dominación del Tercer Mundo por parte de Occidente. La pieza ha obtenido numerosos premios, se ha traducido a varias lenguas y ha contado con producciones internacionales desde su estreno en la Sala Villarroel de Barcelona durante el Festival Grec 2005. Cuatro únicos personajes ocupan la escena y dialogan entre sí: Frederick Salomón, fotógrafo reconocido con un premio internacional por una imagen de una niña en el aire con la piel en llamas, vuelve al país donde años antes había tomado la conocida fotografía. Vuelve para recoger un premio, ya que muchos lo consideran clave en los recientes esfuerzos para conseguir la paz en el problemático país; Hannah, una reportera del único diario abierto de un país en descomposición, no está de acuerdo. Mientras la mujer entrevista a Salomon en una habitación de hotel, ambos debaten y cuestionan el papel de Naciones Unidas en su relación con los países del Tercer Mundo, el merchandising de las imágenes violentas y, por encima de todo, qué ocurrió exactamente el día fatídico en el que se tomó la foto.
Simultáneamente, en el mismo espacio teatral tiene lugar la historia de otra pareja. Pero ésta no es consciente de la presencia de la otra. El doctor Brown, un miembro fiel del partido, hace una visita de rutina a una mujer local, Ida, cuya hija está en coma en un hospital de la ciudad. Ida ofrece sus favores sexuales a cambio del tratamiento médico que puede salvar la vida de su hija o incluso, trasladarla a vivir a Occidente. Las dos escenas contrapuestas de engaño y desesperación van tejiendo poco a poco un argumento que el público construye con los fragmentos que la guerra ha dejado tras de sí.